OVNI de Chocolate

Una noche tranquila, cuando la luna brillaba intensamente sobre la selva, cuatro detectives se sentaron en la terraza de su base, tomando té de hojas de palma que Zofia había preparado.

— ¡Mirad Una estrella fugaz — exclamó Patrycja, señalando al cielo con su lupa de aumento.

En efecto, algo brillante y luminoso cruzó el cielo, dejando un rastro brillante detrás. Pero en lugar de desaparecer, el objeto cayó en las profundidades de la selva con un fuerte „BUM!”

— ¡No era una estrella ordinaria — exclamó Kuba, ajustando su sombrero. — ¡Seguro que es una nave espacial!

— ¡O un meteorito — susurró emocionada Patrycja.

— ¿Y si es solo un fruto brillante muy grande? — se preguntó Zofia, estirando el cuello.

Alfred se olió.

— Huele… extraño. Como nada que conozca en la selva. ¡Tenemos que investigar!

Al día siguiente, después del ejercicio matutino y del desayuno (Kuba comió dos galletas de carne, porque decía que necesitaba mucha fuerza para la expedición), los detectives empacaron sus herramientas y se pusieron en marcha.

— Según mis cálculos — dijo Patrycja, estudiando el mapa a través de su lupa — el objeto misterioso cayó cerca del Valle Fangoso.

El camino estaba lleno de aventuras. Kuba cayó en un charco y salpicó a todos alrededor.

— ¡Lo siento — gritó, sacudiendo su sombrero mojado. — Pero al menos ahora nos huele como el fango, así que los extraterrestres no nos detectarán.

— ¿Los extraterrestres pueden oler el fango? — se sorprendió Zofia.

— Por supuesto, ¡todo el mundo lo sabe — respondió Kuba con convicción.

Alfred solo sacudió la cabeza y se olió.

Cuando llegaron al Valle Fangoso, vieron algo extraordinario — en la tierra había un gran agujero, y alrededor de él había extraños trozos brillantes.

— ¡Eso es seguro que es una nave espacial — susurró emocionado Kuba.

Patrycja examinó los trozos con su lupa.

— Hmm, parece… chocolate — se sorprendió.

Alfred olió un trozo.

— Huele como chocolate con… miel y nueces.

En ese momento, escucharon un suave crujido. Detrás de un arbusto estaba sentado un pequeño osezno, comiendo el último trozo del meteoro de chocolate.

— Hola — dijo con la boca llena. — Lo siento, pero no pude frenarme. Es el mejor chocolate que he probado.

Resultó que la „estrella fugaz” no era una nave espacial, sino una enorme bola de chocolate que se había caído de un avión que transportaba dulces a una gran tienda en la ciudad.

— Pero ¿por qué brillaba? — preguntó Kuba, decepcionado.

— Porque estaba envuelta en un papel brillante dorado — explicó el osezno, mostrando trozos de envoltura.

Los detectives estallaron en risas. En lugar de extraterrestres, encontraron el chocolate más grande del mundo.

— Bueno, puede que no sean extraterrestres, pero el misterio está resuelto — anunció orgullosamente Patrycja.

El osezno compartió con ellos los restos de chocolate, y los detectives lo invitaron a galletas en su base.

Por la noche, cansados pero satisfechos, regresaron a casa. Después de la cena, cada animalito se acostó en su cama. Kuba puso su sombrero en la mesita de noche, Patrycja escondió su lupa debajo de la almohada, Zofia se acomodó cómodamente su largo cuello, y Alfred cubrió su nariz con un cálido edredón.

— Tal vez la próxima vez encontremos de verdad a los extraterrestres — murmuró Kuba dormido.

— Tal vez — bostezó Patrycja — pero esta aventura también fue dulce.

Y así, nuestros valientes detectives se durmieron, soñando con estrellas, chocolate y nuevos misterios por resolver.