Una noche cálida, el león Kubo, el ratón Patricia, la jirafa Sofía y el oso hormiguero Alfredo estaban sentados en la terraza de su cabaña de detectives, disfrutando de sus galletas favoritas. De repente, Sofía notó una luz extraña que parpadeaba sobre el lago.
—¡Miren! —exclamó emocionada—. ¿Qué podrá ser?
Kubo se puso su sombrero de detective y dijo:
—¡Seguro que son extraterrestres! ¡Tenemos que investigarlo!
Patricia puso los ojos en blanco y suspiró:
—Kubo, no todo lo extraño tiene que ser extraterrestres.
Los detectives se dirigieron hacia el lago. Alfredo usaba su largo hocico para olfatear alguna pista. De repente, tropezó con algo en la oscuridad y cayó al agua con un fuerte chapuzón.
—¡Alfredo! —gritó Sofía—. ¿Estás bien?
Desde el agua les llegó una voz apagada:
—¡Creo que encontré la fuente de la luz!
Cuando Alfredo salió del lago, sostenía en sus patas… ¡un patito de juguete que brillaba!
—Debe ser la pérdida de algún niño que estaba en la playa —dijo Patricia, mirando el hallazgo con su lupa.
—¿Pero por qué brilla tanto? —se preguntó Kubo.
Sofía miró más de cerca y se rió:
—¡Porque es un patito con batería solar! ¡Todo el día se cargó en la playa y ahora brilla como un faro!
Todos estallaron en risas. El misterio de la luz extraña se había resuelto, y Alfredo fue el único detective que esa noche terminó con un baño inesperado.
Al día siguiente, los animales devolvieron el juguete a su dueño, un niño pequeño que estaba muy feliz de recuperar su patito favorito. Y los detectives regresaron a su cabaña, listos para nuevas y emocionantes aventuras.