Mañana en la jungla
En la jungla, la mañana siempre comienza con un entrenamiento conjunto. El león Kuba realiza grandes movimientos de patas con su más elegante sombrero de la mañana.
– ¡Uno, dos, tres ¡Patas arriba, patas abajo – grita Kuba, mientras su melena ondea al viento. – Sólo las patas entrenadas pueden resolver acertijos.
Al lado de él, la jirafa Sofía estira su cuello para alcanzar las más altas hojas de palmera.
– Recuerda, amigos – dice con una voz melodiosa – que un buen detective siempre mira el mundo desde diferentes perspectivas. A veces hay que mirar desde arriba para ver la imagen completa.
La ratita Patricia se desliza con gracia entre las patas de sus amigos, realizando complicadas piruetas.
– Ser pequeño es una gran ventaja – dice con alegría. – Puedo colarme en cualquier lugar y encontrar pistas donde nadie más puede mirar.
El tamandúa Alfred estira su largo hocico y huele el fresco aire tropical.
– El hocico del detective es su herramienta más importante – murmura con convicción. – El olor puede decir más que mil palabras.
Después de los ejercicios, llega el momento del desayuno. Kuba come con apetito galletas de bistec, Sofía mastica galletas de palma, Patricia disfruta de sus queridos discos de queso, y Alfred se regala con galletas de hormigas.
– Mmm, delicias – refunfuña Kuba, lamiendo las patas. – Un detective con el estómago vacío es un mal detective.
Consejos para los habitantes de la jungla
Tan pronto como terminan el desayuno, los habitantes de la jungla comienzan a llegar con sus problemas. El primer en llegar es el chimpancé Simón – parece preocupado.
– Detectives, tengo un problema – grita, rascándose la cabeza. – Alguien ha estado robándome plátanos. Cada mañana encuentro las cáscaras vacías, ¡y no hay rastro de los plátanos!
Kuba se acerca a Simón y examina la cáscara que le lleva.
– Hmm, interesante – dice, observándolo atentamente. – Mira esas pequeñas huellas dentales. Son demasiado pequeñas para un mono.
Patricia salta al hombro de Simón y examina la cáscara con una lupa.
– Mira aquí – dice con un chillido. – Son huellas de pequeñas garras. Creo que se trata de las ardillas nocturnas.
Alfred huele la cáscara y asiente con la cabeza.
– Siento el olor de nueces. Las ardillas seguro que dejaron su rastro.
Sofía estira el cuello y mira el árbol de Simón.
– Simón, he notado que tus plátanos cuelgan justo al lado de la rama por la que corren las ardillas por la noche. ¿Por qué no los mueves a una rama más baja?
Simón aplaude con las manos.
– ¡Claro Gracias a ustedes. Ahora sé qué hacer – moveré los plátanos y dejaré algunas nueces para las ardillas para que no tengan hambre.
Inmediatamente después de él llega la lechuza Sonia, que nerviosamente ajusta sus gafas.
– Detectives, he perdido mis gafas de repuesto – dice con tristeza. – Sin ellas no puedo leer mis libros de sabiduría.
– ¿Cuándo las viste por última vez? – pregunta Kuba, poniéndose su sombrero de detective.
– Ayer por la noche, cuando leía cerca del Gran Roble, y luego… no recuerdo – responde Sonia.
Alfred comienza a olfatear de inmediato.
– Siento el olor de una lechuza… y algo más… – dice, dirigiéndose hacia los arbustos de bayas.
Patricia corre tras él y luego grita:
– ¡Encontré algo – Saca un pequeño plumón. – Es una pluma de colibrí.
Sofía examina la pluma.
– Los colibríes adoran recoger objetos brillantes para sus nidos. Sonia, ¿tienen tus gafas monturas brillantes en la luz de la luna?
– Sí – responde Sonia. – Tienen monturas de plata.
– Entonces, debemos revisar el nido del colibrí Carlos – sugiere Kuba.
Después de una breve visita a Carlos, quien realmente había „tomado prestadas” las gafas porque brillaban tan hermosamente, Sonia recupera su propiedad.
– Gracias a ustedes – dice con alegría. – Ahora puedo volver a mis libros.
– Recuerda guardarte las gafas en el estuche cuando no las uses – aconseja Sofía. – Los objetos brillantes siempre atraen la atención.
Al final, jadeando, llega el elefante Esteban.
– Detectives – grita, agitando su trompa. – En la vieja pared de la cueva hay extraños símbolos. Tengo miedo de que sea una maldición.
Patricia salta de emoción.
– ¡Inscripciones misteriosas Esto es para mí – chilló, agarrando su lupa favorita.
El misterio de la cueva
Kuba se pone su sombrero de explorador y ordena:
– Equipo, ¡vamos a la cueva de Esteban Esto puede ser nuestro mayor caso.
Cuando llegan al lugar, en la cueva hay una ligera penumbra. Esteban pone nervioso un pie delante del otro.
– Allí, en esa pared – señala con la trompa. – Ayer no estaban.
Patricia ilumina la pared con una linterna sujetada a su lupa.
– Mira – grita. – No es una maldición, solo un antiguo dibujo, pero… alguien ha agregado algo a él.
Sofía inmediatamente saca su cuaderno y comienza a dibujar un mapa de los símbolos.
– Hmm, este símbolo se parece a una hoja de palma, y este… un pastel de queso – se pregunta en voz alta.
El león Kuba, como siempre de manera dramática, extiende sus patas:
– Esto debe ser un código secreto de una civilización perdida de la jungla.
Alfred se acerca y comienza a olfatear alrededor de las inscripciones.
– Siento algo extraño… – murmura. – Huele a tiza y… pastel de queso.
Patricia se acerca a la pared y comienza a examinar las inscripciones detenidamente.
– Mira – grita emocionada. – Hay pequeñas huellas de patas al lado de las inscripciones. Son demasiado pequeñas para la mayoría de los animales de la jungla…
Sofía examina atentamente.
– Y aquí hay un trozo de piel… es plateada y muy suave.
Kuba levanta algo del suelo.
– ¿Qué es esto? – pregunta, mostrando una pequeña tiza de colores.
– Es la tiza que le di a las ardillas jóvenes en su cumpleaños – dice con un chillido Patrycja. – Les enseñé a dibujar.
Alfred huele la pared nuevamente.
– Huele a tinta fresca… y pastel de queso. Patrycja, ¿sabes algo?
Patricia se sonroja hasta las puntas de las orejas.
– No fue yo – dice. – Pero recuerdo que ayer, las ardillas jóvenes jugaron aquí. Tenían tiza y les encanta resolver acertijos.
Sofía nota algo más.
– Mira ahí – señala con el cuello hacia un rincón oscuro de la cueva. – Algo brilla.
Kuba se acerca y encuentra una pequeña flecha brillante, que apunta hacia la sombra más grande de la cueva, detrás de una gran roca.
– Esta flecha debe significar algo – dice. – ¡Lleva a esa sombra!
Esteban se mueve nerviosamente de un pie a otro.
– Pero… ¿y si es una trampa?
Alfred huele la flecha.
– Huele a ardillas… y miel. Las ardillas no comen miel…
– Pero yo les di galletas de miel ayer – recuerda Patrycja.
Kuba se acerca valientemente a la sombra y empuja la roca con facilidad.
– ¡Eh – grita. – ¡Hay algo aquí!
Detrás de la roca hay una pequeña caja, y dentro… pastel de queso y una nota:
„Para la ratita Patrycja y todo el equipo de detectives – agradecimiento de las ardillas por ayudar a resolver el acertijo. P.D. ¡Lo siento por asustarte, Esteban!”
Todos estallan en risas. Esteban suspira con alivio.
– Así que no era una maldición, sino… un agradecimiento.
– Sí – dice con un chillido Patrycja. – Las ardillas querían agradecernos por enseñarles a dibujar. Pero lo hicieron de manera misteriosa.
– Typico de las ardillas – murmura Alfred. – Siempre les gusta hacer bromas.
Sofía sonríe.
– Creo que deberíamos organizar para ellas lecciones sobre cómo no asustar a otros animales.
Kuba asiente con la melena.
– Y yo les enseñaré a crear verdaderos acertijos detectivescos.
Esteban toca su trompa con alegría.
– Gracias a ustedes, detectives. Ahora ya no me asusto con los símbolos misteriosos. Pero… ¿puedo tener un pastel de queso?
Patricia comparte los pastelitos con todos, y los detectives regresan a su claro, listos para el próximo desafío.
– Recuerda – dice Kuba cuando se sientan bajo su árbol favorito – en la jungla no hay misterios que no podamos resolver.
– Sobre todo cuando trabajamos juntos – añade Sofía.
– Y tenemos buenos snacks – dice con un chillido Patrycja, mordiendo el último pastelito.
Alfred solo sonríe, satisfecho de que otro caso haya sido resuelto gracias a su nariz única.
Así que, gracias a una observación atenta de las pistas, la cooperación y un poco de intuición detectivesca, el misterio de la cueva se resolvió, y los habitantes de la jungla pueden dormir tranquilos sabiendo que sus problemas siempre encontrarán soluciones gracias al equipo excepcional de detectives.