En una mañana soleada, cuando el sol se elevaba perezosamente sobre la lujuriante selva, cuatro detectives comenzaron su día con su gimnasia matutina favorita. León Kuba, como siempre lleno de energía, dirigía los ejercicios con su gorra deportiva.
— ¡Uno, dos, tres ¡Gimnasia acrobática — gritaba, saltando con tal entusiasmo que las hojas de las palmeras en la plaza temblaban.
Patricia estiraba sus pequeñas garras, realizando flexiones precisas y anotando en su diario el número de repeticiones. Sofía inclinaba su largo cuello, estirando su cuello en todas las direcciones y observando la selva desde su altura. Alfred, por su parte, entrenaba su increíble olfato, inhalando el aroma matutino de la tierra húmeda y las flores.
— ¡La gimnasia matutina es la mejor manera de comenzar el día — dijo Sofía con una sonrisa.
Después de los ejercicios, llegó la hora del desayuno. Cada uno de los animales disfrutaba de su golosina favorita: Patricia masticaba galletas de queso, Sofía disfrutaba de galletas de palmera, Kuba masticaba bistec, y Alfred, hormigas.
— ¡Mis galletas son perfectas — exclamó Patricia, lamiendo sus garras.
Pero justo cuando Sofía iba a alcanzar sus galletas de palmera favoritas, se detuvo. ¡Su provisión había desaparecido!
— ¿Dónde están mis galletas? — gritó asombrada.
Kuba inmediatamente ajustó su gorra de detective y adoptó una pose dramática.
— ¡Esto parece un misterio — anunció teatralmente.
Patricia agarró una lupa y comenzó a examinar el lugar del incidente. Alfred alzó su largo hocico y empezó a seguir rastros alrededor de la plaza. Entre el pasto, encontraron un pequeño mensaje cuidadosamente escrito: „Las galletas están seguras, pero debes encontrarlas”.
— ¡Un desafío — dijo Patricia con un destello en los ojos.
La Búsqueda de las Galletas
Patricia notó pequeñas huellas que conducían hacia el lago. Alfred se acercó a ellas y olfateó profundamente.
— Siento algo dulce. ¿Galletas de palmera? — se sorprendió.
Kuba lideró al equipo en dirección al lago, ajustando su gorra y asumiendo el papel de líder de la expedición. Por el camino, encontraron a Papagayo Polly, quien estaba sentada en una rama y parecía muy ocupada.
— Polly, ¿has visto las galletas de palmera de Sofía? — preguntó Kuba.
Polly pensó por un momento.
— Galletas? No las he visto, pero escuché un crujido que venía de alrededor de la vieja palmera junto al lago — respondió.
Los detectives continuaron, pero fueron detenidos por un extraño sonido que provenía de los arbustos. Alfred inmediatamente comenzó a seguir rastros, y Patricia miró a través de la lupa. Sin embargo, en los arbustos solo había un pequeño erizo que recogía frutas para el desayuno.
Finalmente, llegaron al lago y escucharon un crujido suave proveniente tras una palmera alta. Se acercaron con cuidado y… ¡ante sus ojos apareció Sofía La jirafa disfrutaba de sus galletas con una expresión de felicidad.
La Resolución del Misterio
— ¡Olvidé que las escondí aquí para más tarde — rio Sofía, lamiendo sus labios.
Kuba suspiró teatralmente y ajustó su gorra:
— ¡Qué giro de los acontecimientos Al menos resolvimos este apetitoso caso.
Todos se miraron entre sí y estallaron en risas.
Regreso a la Base
Después de resolver el misterio, los detectives regresaron a su base junto al lago. Cada uno se instaló en su hamaca colgante: Patricia se sentó cómodamente con su diario en las garras, Sofía disfrutaba de galletas de palmera frescas, Alfred sorbía limonada y silbaba melodías de pájaros que había escuchado durante la expedición, y Kuba contaba una versión dramática de los eventos al atardecer.
Sentados al lado del lago y mirando los rayos dorados del sol reflejándose en el agua, todos sintieron satisfacción por el trabajo bien hecho y disfrutaron de una tranquila noche.
— ¡Fue un buen día — dijo Sofía con una sonrisa.
— ¡Y una noche aún mejor — añadió Kuba.
Los animales se durmieron suavemente, acunados por el cálido viento de la selva, listos para las próximas aventuras del día siguiente.